Al igual que en el mito del Rey Midas, aquel monarca del 700 A.C. que tenía el don de convertir en oro todo lo que tocaba con sus manos, se dio en Uruguay una situación muy particular a fines de la década de 1980: sin tener ni una sola mina o yacimiento, el país sudamericano se había convertido en el segundo mayor exportador de oro del mundo.
