Día Internacional de la Mujer Trabajadora 

La Importancia De Recordar

Por Tamara Gelberg Izrastzoff *

Leyenda

La leyenda cuenta que se adoptó en honor a las 129 mujeres que murieron en una fábrica textil de Estados Unidos en 1908 cuando el empresario, ante la huelga de las trabajadoras, prendió fuego la empresa con todas las mujeres dentro. Ésta es la versión más aceptada sobre los orígenes de la celebración del 8 de marzo como Día Internacional de las Mujeres. En esa misma leyenda se relata que las telas sobre las que estaban trabajando las obreras eran de color violeta. Las más poéticas aseguran que era el humo que salía de la fábrica, y se podía ver a kilómetros de distancia, que tenía ese color. El incendio de la fábrica textil Cotton de Nueva York y el color de las telas forman parte de la mitología del feminismo más que de su historia, pero tanto el color como la fecha son compartidos por feministas de todo el mundo.
Nuria Varela. Feminismo para principiantes. 2005.

Un poco de contexto histórico

Como cuenta la leyenda, un trágico 8 de marzo de 1908, al menos 129 mujeres murieron carbonizadas luego de que el dueño de la fábrica Cotton, ubicada en Nueva York, incendiara el lugar por la exigencia de las víctimas de reducir su jornada laboral a 10 horas, gozar de un salario equivalente al de los varones y manifestar las pésimas condiciones de trabajo que padecían.
Años más tarde, en 1977, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), proclamó oficialmente el día 8 de marzo como el “Día Internacional de la Mujer”, otorgándole relevancia mundial en el calendario de género y de derechos humanos.

Hay que puntualizar que, el nexo que une estos dos hitos (separados por un intervalo considerable de tiempo) está surcado por la pugna interminable de las mujeres por lograr el reconocimiento de su igualdad y el efectivo ejercicio de sus derechos políticos, sociales y económicos. Y como ya sabemos, esta lucha por visibilizar la desigualdad de género en todos los ámbitos resulta histórica, y por ello, de larga data.
El movimiento feminista, consciente de que la lucha de clases no contemplaba su género, ya venía tejiendo y construyendo su propio ideario, el cual expresaba a través del uso de distintos dispositivos como la huelga o el “paro”.

 

Entre estos antecedentes se encuentra la Revolución Francesa (1789) y la consecuente Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana (1791), redactada por Olympe de Gouges, que reflejan las primeras peticiones formales de derechos políticos y civiles con miras a lograr la plena igualdad de la mujer en la sociedad.
A mediados del siglo XIX, es el momento en que los movimientos reivindicativos de la mujer toman fuerza: surge la lucha por el sufragio femenino y la denuncia de la opresión social y laboral, al mando de figuras revolucionarias como la feminista francesa Flora Tristán.
Recién en 1910, en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas reunida en Copenhague, se reiteró formalmente la demanda de sufragio universal para todas las mujeres y, a propuesta de la política comunista alemana Clara Zetkin, por unanimidad, se proclamó el Día Internacional de la Mujer Trabajadora (aunque no se estableció una fecha fija para su conmemoración). Además de Zetkin, no queremos dejar de mencionar a otras pioneras en la reivindicación de los derechos femeninos como Rosa de Luxemburgo, Nadezhda Krúpskaya, Aleksandra Kolontái, entre otras.

En 1910, a propuesta de la política comunista alemana Clara Zetkin, se proclamó el Día Internacional de la Mujer Trabajadora

Posteriormente, en el mes de febrero de 1917 (plena Primera Guerra Mundial), el inicio de la hambruna provocó manifestaciones con fuerte tono político y económico en la entonces capital rusa Petrogrado, actual San Petersburgo. Entre el 8 y el 12 de marzo de ese año (23 al 27 de febrero en el calendario ruso), incidentes entre amas de casa en las eternas colas por conseguir pan se convirtieron en protestas espontáneas en contra de la monarquía y a favor del final de la guerra. Estas manifestaciones, sin preparación ni coordinación de los actores sociales, fueron de forma progresiva alcanzando el nivel de levantamiento popular, y terminaron llevando ni más ni menos que a la abdicación del zar y al fin de la monarquía. Es la bien conocida Revolución de Febrero (según el calendario juliano que se usaba en la Rusia zarista) que marca la primera etapa de la Revolución Rusa y de la creación de la Rusia soviética. No fue hasta después de la Revolución de Octubre que la dirigente bolchevique Alexandra Kollontai, además de lograr el voto para la mujer y la legalización del aborto y el divorcio, consigue institucionalizar el Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo como fiesta oficial en el calendario soviético.

Desde su aprobación oficial por la URSS, tras la Revolución Rusa de 1917, la conmemoración comenzó a replicarse en muchos otros países a lo largo y ancho del mundo.

Como ya mencionamos, el Día Internacional de la Mujer fue oficialmente reconocido varias décadas después por las Naciones Unidas. No obstante, es menester distinguir que este hecho histórico ayudó a impulsar el movimiento por los derechos de las mujeres a nivel mundial instando a los Estados a que proclamaran, de acuerdo a sus tradiciones y costumbres históricas, una jornada con miras a reconocer la importancia de la igualdad entre hombres y mujeres en todas las esferas de la vida. Uno de los logros se consolida en la creación de la ONU Mujeres que comenzó a operar en el año 2011.

Más cerca de nuestros días, el 8 de marzo de 2017, organizaciones feministas de más de 50 países impulsaron el primer Paro Internacional de Mujeres -conocido como el “8M”- para visibilizar la violencia machista en todas sus expresiones. Sin lugar a dudas, este movimiento evidencia que en nuestra actualidad el impacto ya ha adquirido una dimensión mundial. El fenómeno del “8M” es una fecha trabajada y lograda, y sus alcances deben ser transnacionales y transfeministas; pero principalmente hay que insistir en reflexionar sobre qué otras justicias deberíamos poner en práctica desde los feminismos.

Desde nuestro lugar, creemos necesario centrarnos en la importancia de la igualdad en el acceso a la educación y capacitación como vía fundamental para proporcionarle oportunidades de trabajo decente a las mujeres y, a su vez, permitirles la salida de los mercados de trabajo informales y precarios. Recordemos que una de las principales demandas del Paro del 8M del año 2021 fue el de la regularización inmediata y salarios dignos para las trabajadoras de casas particulares. El empleo doméstico (ejercido en un 98% por mujeres) continúa siendo uno de los peores pagos en el mercado -ronda los $14.500 el ingreso promedio mensual-, además de poseer una condición contractual irregular: el 77% trabaja de manera informal y el 43% son el principal sostén económico del hogar (Data en Base a EPH-INDEC – Encuesta Permanente de Hogares).

El feminismo es consciente de que la maquinaria financiera nos coloca a las mujeres frente a plazos, condiciones y sobre todo “nos marca el horizonte de lo que es posible”, como dice Verónica Gago. Una de las tantas batallas que enfrenta este movimiento es el de extender los límites de ese horizonte; y una de las formas más efectivas de lograrlo es a través de la creación de redes de intercambio y cooperación.

Un claro ejemplo de ello fue la pandemia: el movimiento feminista desde su inicio reinvindicó y propició la creación de “redes de cooperación” (campañas para juntar fondos, redes de acompañamiento en casos de aborto, redes de contención psicológica brindada por especialistas feministas, ollas barriales, reinvindicación de las tareas de lxs docentes y trabajadores de la salud, la importancia de los cuidados comunitarios, nuevas formas de alerta frente a las violencias machistas en situación de encierro, redes de cuidado para suplantar a aquellas que se enfermaban, entre muchas otras). Todo esto cristaliza la capacidad que tenemos de construir nuevos cimientos en medio de la emergencia, amalgamando recursos y saberes que nos protejan de sufrir más aislamiento.

El empleo doméstico, ejercido en un 98% por mujeres, continúa siendo uno de los peores pagos en el mercado

Por otro lado, y a nivel políticas públicas, también resulta necesario brindar participación directa a las mujeres en tareas de gobierno o administración, promoviendo el acceso a puestos jerárquicos o de tomas de decisiones dentro de las organizaciones. El fin de ello, además de buscar combatir las limitaciones dentro del ascenso laboral, es generar conocimiento profundo pero desde la experiencia cotidiana. Una sociedad no puede ser genuinamente inclusiva si no busca empoderar a todas las personas que la integran.

En este día se conmemora la lucha de las mujeres por lograr un desarrollo íntegro y alcanzar su participación plena en la sociedad en pie de igualdad con los hombres, procurando erradicar todas aquellas violencias de género que vulneran el reconocimiento de sus derechos. Por esto consideramos que este día no es de festejo, sino más bien una invitación colectiva a cuestionar nuestras prácticas habituales por más sutiles que parezcan y a comprometernos a no perpetuar los estereotipos de género que generan impunidad a la hora de poner fin a la violencia contra las mujeres y las niñas.

* Colaboradora y miembro de ECO, abogada por la Universidad de Buenos Aires, especialista en Derecho Civil y de Familia.