Día nacional de los derechos políticos de la mujer.
Por Daniela Minnetti *
Los procesos de conquistas cívicas a lo largo de nuestra historia han sido precedidos de largas luchas colectivas y de individualismos aguerridos. La combinación de ambos fenómenos culminaron en la confección de distintos instrumentos legales que reconocieron
dichos triunfos.
La primera Ley electoral argentina para la Provincia de Buenos Aires, fue en 1821 y autorizaba a votar a todos los hombres libres, mayores de 20 años y propietarios. Sólo 36 años después se creó el Primer Sistema Electoral Nacional (Ley 140), y unos pocos 55 años luego se sancionó la famosa Ley Sanz Peña (1912), cuya falacia de universalidad
sería una de las consignas de lucha de nuestro colectivo.
El 23 de septiembre de 1947 se promulgó la ley 13.010, aprobada por unanimidad y conocida como «Ley Evita», que nos otorgó el derecho a votar y a ser elegidas. Eva Duarte de Peron pudo darle el impulso a algo que ya se venía gestando en las familias, los colegios y en la calle pero que no hubiera sido posible sin su insistencia dentro del juego
político.
La conquista se hizo efectiva en el proceso electoral de 1951, ocasión en la que censadas y empadronadas votaron más de 3 millones de mujeres, dando espacio a 6 senadoras y 23 diputadas.
Atento al contexto social de ese momento y a raíz del estímulo de Eva, las mujeres votaron masivamente al peronismo.

Tiempo después, la inestabilidad política haría un retroceso en la lucha y perderíamos participación hasta el retorno de la democracia.
En 1991 se sancionó la ley de cupo femenino (ley 24.012), que estableció la obligatoriedad de incorporar a las listas al menos un 30% de candidatas mujeres, y en 2017 la «Ley de paridad de género en los ámbitos de representación política».
En cuanto al proceso histórico que nos llevó hasta hoy, no debemos olvidar que un sinnúmero de mujeres fueron estandartes de aquellos logros, siendo solo algunas las públicamente reconocidas por su contribución a la problemática. Por ejemplo, Cecilia Grierson (la primera médica argentina), Elvira Rawson, Alicia Moreau y Julieta Lanteri.
Esta última, fundadora del Partido Feminista Nacional, en 1919 se postuló para ocupar una banca en la Cámara de Diputados de la Nación, obteniendo 1730 votos, pero su candidatura no fue legalizada.
A medida que fue pasando el tiempo, muchas fueron las banderas bajo las cuales se reunió y militó el movimiento. La conquista de aquellos derechos esenciales para el ejercicio de nuestra ciudadanía, allanó el camino para los reclamos que vendrían sucesivamente.
Sin embargo, una contradicción que humildemente he detectado es que la proliferación de consignas permitió una atomización del colectivo y con ello, una disminución pronunciada de la unidad. Es que las diversas necesidades por las que se movilizan los sectores del feminismo ahogaron aquellas que lo convocaban en su totalidad.
Así, el propio colectivo se encontró con un montón de rutas que debía tomar y que iban para distintos lados.
Ese mareo no fue ni es gratuito.
En la actualidad se erige una nueva amenaza, nuestro nuevo enemigo es más peligroso y duerme en nuestra cama. No es fácil de detectar cómo la sociedad patriarcal o el hombre opresor. Se alimenta de enredos dialécticos y de la rigidez intelectual que nos envuelve.
Es muy probable quizá que el status quo haya encontrado una forma más sofisticada de mantenerse vigente, simplemente enfrentándonos entre nosotras mismas a una batalla discursiva inarreglable que nos aleja de la realidad y nos impide volver a la unidad de lucha.
Podríamos pensar que al ya haber conquistado quizás todos los derechos esenciales que nos negaban, entonces ya no hay norte, no hay objetivo, no hay un por qué de lucha y eso hace que cada sector se encierre en su propia fenomenología. Pero por mucho que una sociedad democrática con un gobierno republicano confíe en el poder de las normas, las leyes de inclusión no resuelven en un todo y para siempre años de exclusión sistemática. Sobre todo, teniendo en cuenta que siempre se puede caer en retrocesos discursivos que atenten contra derechos ya conquistados.
No importa cuánto se crea saldada una discusión, bien sabemos que nunca falta quien nos tire del pelo desde atrás y nos trate de someter nuevamente.
En tal caso, estaremos una vez más preparadas para dar cualquier batalla que se avecine, de ser posible (y eso espero), juntas.
*Abogada UBA con orientación en Derecho Penal. Vicepresidenta de Asociacón Civil ECO.